Hace tan solo unos días, un joven vino a mí y me dijo: Un baba (gurú) me ha engañado, y es un gran yogui. Yo le pregunté: ¿Y qué ha hecho? Él contestó: él puede hacer oro con cualquier metal. Me lo ha enseñado, yo lo he visto con mis propios ojos. Luego me dijo que le debería traer todo el oro y que él lo multiplicaría por diez. Así que le entregué todas mis joyas y él huyó con ellas. Me ha engañado.
Cualquiera estaría de acuerdo en que lo ha engañado, pero yo le dije: Lo que te ha engañado es tu avaricia. No le eches la culpa a nadie más. Tú has sido el estúpido. La avaricia es estúpida. Eras tú quien quería que las joyas se multiplicaran por diez. Esa mente te ha engañado, la otra persona simplemente ha aprovechado la ocasión. Él no es más que una persona lista, eso es todo. El verdadero problema eres tú. Si no te hubiera engañado él, lo hubiera hecho cualquier otro.
Así que la cuestión no es quién engaña. Yo he observado que si alguien te engaña, es porque en ti hay cierta propensión a ser engañado. Y que si alguien puede mentirte, significa que tú tienes cierta afinidad con las mentiras. Un hombre sincero no puede ser engañado. Un hombre que vive en la verdad no puede ser víctima de mentirosos. Un mentiroso solo puede engañar a otro mentiroso; es la única manera. Hay millones de personas dispuestas a ser engañadas, que simplemente están esperando que venga alguien y las engañe: por sus creencias, por sus deseos viciosos, por su avaricia. Y recuerda siempre que la avaricia es avaricia, ya sea en el mundo material o en el mundo espiritual, no hay ninguna diferencia. Su condición siempre es la misma. Tú quieres que alguien multiplique por diez tu oro; eso es avaricia. Si alguien te dice: “Yo puedo hacer que te ilumines”, y tú caes inmediatamente. Eso también es avaricia…
Y yo te digo: Es mucho más fácil multiplicar el oro por diez que hacer que otra persona se ilumine. Porque eso no es un juego. El camino es arduo. En efecto, nadie te puede iluminar; te iluminas tú mismo; el otro, como mucho, puede ser un agente catalizador, nada más. Pero en realidad todo ocurre dentro de ti; puede que la presencia del otro haya ayudado, eso es todo. Y si eres realmente sincero, ni siquiera eso es necesario. Si eres sincero, aquellos que pueden ayudar te buscarán a ti, pero si no eres sincero, tú buscarás a aquellos que te pueden hacer daño. Esa es la diferencia. Cuando un discípulo busca a un maestro, casi siempre se equivocará. Solo cuando un maestro busca al discípulo ocurrirá algo auténtico.
¿Cómo vas a buscar un maestro? Todo lo que tú opines vendrá de tu mente, y tú eres completamente ignorante, tú eres un sonámbulo. Buscarás a alguien que se ajuste a tu criterio. Tú serás el criterio. En ese caso buscarás a alguien que esté haciendo milagros.
Puede que encuentres a Satya Sai Baba, porque eso supondrá una gran satisfacción para tu avaricia. Pensarás: este es el hombre. Si puede crear cosas de la nada, puede hacer cualquier cosa. Entonces tu avaricia habrá sido provocada. Así que inmediatamente hay una profunda afinidad. Por eso hay miles de personas alrededor de Satya Sai Baba. Si fuera un verdadero Buda, no verías multitudes allí, porque no habría afinidad. Te sientes atraído por Satya Sai Baba desde lo más profundo de ti: porque provoca tu avaricia. Ahora crees que él es el hombre adecuado. Pero te equivocas. ¿Cómo vas a decidir cuál es el hombre adecuado? Tú mismo creas a tus embaucadores, tú les das la oportunidad. Lo que tú buscas son magos, no maestros.
Si realmente quieres encontrar un maestro, deshazte de la avaricia, deshazte de tus creencias. Ve al maestro con la mente completamente desnuda, sin creencias; como un árbol en otoño, sin hojas, desnuda, mirando al cielo. Ve en busca de un maestro con la mente desnuda, sin hojas, sin creencias. Solo entonces, repito, solo entonces, serás capaz de ver sin proyección; solo entonces penetrará en tu vida algo de lo divino. Entonces nadie puede engañarte.
Así que no te preocupes y no culpes a los timadores: ellos están satisfaciendo una necesidad. Están ahí porque tú los necesitas. Nada existe sin una causa. A tu alrededor hay todo tipo de gente, porque tú los necesitas. Si hay ladrones, salteadores, explotadores, timadores, es porque tú los necesitas. Si todos desaparecieran, tú no estarías en ninguna parte; si ellos no existieran, tú simplemente no serías capaz de vivir tu vida.
Puedes fingir, y especialmente en la religión se puede fingir más que en ninguna otra parte. Porque, en los asuntos mundanos, la gente es muy lista, pero en lo referente a la religión es completamente inocente. Puede que sepas todo lo que pasa en el mercado, has vivido allí, conoces los trucos, los atajos; tú mismo los has utilizado. En lo concerniente al mundo eres sabio, pero cuando entras en el mundo de un monasterio, entre el mercado y el monasterio hay una gran diferencia. En el monasterio eres completamente inocente, como un niño. Aunque seas muy mayor, porque tengas sesenta o setenta años, en un monasterio, en un templo, eres como un niño. Tú no has vivido allí, y allí también hay las mismas cosas. También es un mercado. En los monasterios, en los templos, en los ashrams, existe otro mundo. Tú no conoces sus leyes, las reglas de juego. Allí puedes ser engañado muy, muy fácilmente. Y como es tan fácil, los fingidores abundan.
Esto es lo que yo siento: hay dos tipos de personas que se dirigen hacia la religión. El primero es el de los hombres que han vivido en el mundo, que lo han vivido todo y al final han comprendido que es inútil, que no tiene sentido, que es malgastar la vida. Que es como un sueño, y no precisamente un sueño bonito, sino una pesadilla. Ese es el primer tipo, el tipo genuino, el auténtico, el de los que han vivido en el mundo y les parece inútil, un desierto sin oasis, y se han dado la vuelta. Su vuelta es total. No mirarán atrás. No hay nada a lo que mirar. Buda solía preguntarles a sus discípulos: ¿Realmente has regresado por completo o te gustaría mantener una parte de tu mente, una parte de ti, siempre mirando atrás? Este es el primer tipo, el de los realmente genuinos, el de los que han vivido en el mundo y les pareció frustrante. Por eso se han dirigido hacia la religión.
Luego hay otro tipo que es todo lo contrario. Los del primer tipo no son más que un uno por ciento, los del segundo tipo son el noventa y nueve por ciento restante. Esta es gente que se siente muy atraída por la religión. Este grupo lo integran aquellos que no pudieron triunfar en el mundo, aquellos que no pudieron conseguir sus ambiciones, que no pudieron llegar a ser muy importantes. Aquellos a quienes les hubiera gustado ser primeros ministros o presidentes pero no pudieron. Simplemente no fueron lo bastante fuertes para luchar por ello. Algunos hubieran querido ser como Rockefeller, o Ford, pero no pudieron porque la competición era muy dura y ellos no tenían suficientes agallas. Fracasaron, porque la vida es una lucha, y ellos simplemente eran inferiores. No eran tan inteligentes, o no tenían la clase de fuerza que se necesita para luchar y satisfacer sus ambiciones. Esas personas también se volvieron a la religión.
Estos son los grandes embaucadores. Se convertirán en un problema para la religión y para la gente que busca religión. Alrededor del templo habrá muchos embaucadores; convertirán el templo en un negocio porque sus deseos todavía están acechando. Han vuelto a la religión como políticos; por supuesto, políticos que han fracasado en la política. Puedes verlo por todo el país: alrededor de todos los gurús; la ente que ha intentado ser muy importante en el mundo y no ha podido conseguirlo se vuelve hacia la religión, porque ahí las cosas son más fáciles. No hay tanta competencia, y puedes fingir, y puedes creer fácilmente que eres un ser superior. Y no hay competencia. Lo único que tienes que hacer es declarar: “Me he iluminado”, y nadie puede negarlo, y nadie puede demostrar lo contrario. Simplemente no existe un criterio para juzgar, y siempre habrá algún tonto que te siga.
En el mundo hay millones de idiotas; y siempre están dispuestos a creer, siempre dispuestos, dispuestos a caer en la trampa de cualquiera. De hecho, algunas veces ni siquiera hay trampa, pero aun así ellos caen, porque quieren creer que está ocurriendo algo. El hombre es muy imaginativo, y, por su imaginación, empieza a creer que está ocurriendo algo. Y esa gente, aunque no sepa de religión, sí sabe lo que hacer. Algunas veces alguien viene a mí y dice: Tengo cierto dolor en la espalda. Ahora bien, si yo le digo que simplemente es un dolor, que vaya al doctor, él simplemente se dará la vuelta y no regresará nunca, porque no ha venido a eso. Ha venido por una aprobación. Si yo le digo: Es porque tu kundalini se está despertando, él será feliz. Esos idiotas siempre encontrarán sus Muktanandas.
Y no estoy hablando solo de gente corriente, algunas veces viene gente muy inteligente. Hace solo unos días vino un productor de cine, un hombre muy famoso en toda India. Su nivel de azúcar en la sangre ha sobrepasado todos los límites normales; ha llegado a quinientos. En realidad ya debería estar muerto, pero aun así él continúa comiendo dulces y bebiendo alcohol. Él es un borracho y un glotón, está obsesionado con la comida. Ahora, debido al elevado nivel de azúcar en la sangre, todo su cuerpo tiembla. Tiene que hacerlo, porque todo su cuerpo está enfermo, cada fibra de su cuerpo está enferma, y hay un gran temblor interior. Él estaba sentado mientras yo hablaba con otras personas, y estaba temblando. Entonces me preguntó: ¿Tú qué crees? ¿Qué es esto? ¿Es el despertar de la kundalini?
Y bien, ¿qué hacer con esta clase de gente? Ellos son las víctimas, y son los que participan en la creación de los embaucadores; la mitad de la culpa es suya. Y yo sé que este hombre también pertenece al grupo de Muktananda.
Entonces yo me encuentro en una encrucijada: ¿qué hacer? Si le dijera: “Sí, es la kundalini despertando y esta es tu última vida. Pronto, en cuestión de días, te habrás iluminado”, él se inclinaría, me tocaría los pies y se marcharía muy contento. Él estaría por ahí hablando de mí, diciendo que yo soy el verdadero maestro, el más grande que ha conocido. Sería un buen negocio. Fácil. Pero entonces lo estaría engañando, y no solo engañándolo, lo estaría matando, sería un asesino, porque yo sé que se está muriendo de diabetes, y su diabetes ha sobrepasado todos los límites. Si le dijera: “Eso es la kundalini porque te está llegando la iluminación, es como un samadhi, por eso tiemblas; es Dios descendiendo sobre ti”, o: “Te estás elevando hacia lo divino”, o: “Lo divino está descendiendo sobre ti”, él quedaría muy contento, todo el mundo estaría contento, no habría ningún problema. Trabajaría para mí y hablaría de mí hasta que se muriera.
Pero en cuanto le dije: “Esto no tiene nada que ver con la iluminación. Es simplemente que tienes demasiado azúcar en la sangre. Todo tu cuerpo está enfebrecido. No pierdas el tiempo, ve al médico y hazle caso”, inmediatamente pude ver el cambio en s cara. Cambió: Este hombre no es un maestro en absoluto. ¿Cómo va a ser un maestro iluminado si no puede comprender un fenómeno tan simple como el que me está ocurriendo a mí?
Yo lo he visto muchas veces. La gente proyecta.¿qué puedo hacer ahora? Si le digo que se trata simplemente de su propia magia, que ha sido él quien lo ha hecho, que en realidad es una autohipnosis, puede que los dolores de cabeza regresen; tú siempre estás creyendo en alguien porque no puedes creer en ti mismo. Tú no puedes creer en ti mismo; y si no puedes creer en ti mismo, ¿cómo vas a creer en alguien? Pero a pesar de todo es así. Te sientes impotente por dentro: no puedes creer en ti mismo. Buscas a alguien, y a través de la creencia en alguien empieza a funcionar tu propia magia, tu propia autohipnosis. Ese hombre estaba curado. En primer lugar, él mismo debe haber causado su dolor de cabeza; porque un verdadero dolor de cabeza por causas físicas no se puede curar así, solo un dolor de cabeza falso, psicológico; en primer lugar el dolor de cabeza era una hipnosis; en segundo lugar, él lo ha curado. Pero este hombre es peligroso, porque si puedes causar un dolor de cabeza también puedes causar un cáncer. Proyectar cosas…
La mente es un juego muy sutil. Puedes oír cosas que no estoy diciendo; puedes creer que estoy haciendo cosas que yo no estoy haciendo; te puedes engañar a ti mismo. Tú te autoengañas.
Discurso de Osho
El habla por si mismo… Se autodescribe de una manera increible. El es muy listo. Ha logrado embaucar a todos sus seguidores con estos discursos. Hay que ver cuanta fortuna a acumulado gracias a los tontos que lo siguen. El mismo lo dice, de una forma que divierte. Pero tiene razón… Los timadores buscan a los timadores…
Que yo sepa, Osho nunca ha pedido ni exigido nada a cambio, otra cosa es que sus seguidores, acualmente gente con mucha planta en su mayoría, hayan donado aya hecho contribuciones a su ashram, pero eso no tiene nada que ver con una intencionalidad previa encaminada a ello.
Yo creo que la no sabe disntiguir entre lo que es real o ficticio o lo que es verdad y mentira, eres tu; seguramente tienes una fijación, ya tienes un credo, un dogma, que simplemente te impide ver las cosas y a las personas como son;tu justamente eres ese tipo de personas que facilmente podrías caer engañada, porque tu vision está nublada y afectada por un prejuicio establecido en tu percepcion..